lunes, 12 de septiembre de 2011

Cuando la Sole se marchó del pueblo

Yo siempre quise ser como Brigitte Bardot, pero mi sueño parecía ser que no iba a llegar. Por mi decimotercer cumpleaños me compré una peluca rubia y un sujetador con relleno. Mi amiga Mari Carmen - que siempre fue una bellísima persona hasta que murió un día en el canal - me maquilló y me trajo un vestido de su madre.
¡Qué guapa estaba yo ese día!
Yo siempre tuve claro que quería pertenecer al mundo de la farándula, como una gran actriz, o una cantaora. Yo no es que tenga muy buena voz, pero la planta de tonadillera... ¡Ay, esa no me la quita a mí nadie! Así que en cuanto cumplí los dieciocho, cogí mi maleta, el maletín de pinturas y dejé mi pueblo; porque estas cosas están muy mal vistas. Haciendo autoestop me cogió un camionero. Cuando me encontró yo iba ya preparada como la Sole, no como el Cristian - esa es otra la mala leche que tuvo mi madre de llamarme Cristian -, así que el muy gilipollas, que olía encima mal, intentó aprovecharse. Comprendiendo que yo no tenía dinero más que para pagarme unos tacones en condiciones y tenía más hambre que un perro - o perra - terminé en el cuarto trasero del camión con el tío ese.
El problema vino a la mañana siguiente, cuando nos paró un control de la Guardia Civil. Él dijo que yo era su hija - en términos de edad, estuvo acertado -. Pero el muy sinvergüenza llevaba tráfico ilegal de no sé qué. Había perros y todo allí. Me cagué las patas abajo. Sujeté fuerte la maleta y salí corriendo, con las chanclas medio rotas. Cuando me di cuenta, tras de mí iba un grupo de hombres armados.
Me paré. Me puse tan nerviosa que empecé a llamar a mi madre. Cogieron al tipo y se lo llevaron. Yo no me quedé más a salvo. Cuando quise darme cuenta me habían llevado a comisaría.
Si ser el Cristian era difícil, más parecía ser la Sole.
SOLE

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